

El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.Įl pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.Ĭelebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. 1544-1545).Ĭristo es el único Salvador del mundo. Es el auténtico «mediador entre Dios y los hombres» (1Tm 2,5), como explica el «Catecismo de la Iglesia Católica» (nn. Es el verdadero, el único, el «Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec» (Hb 5,10 6,20). Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.

Pero, entonces, «¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?» Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: «El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura» (Sal 24,3-4). Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón. ¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.
